La regla de tres inversa

Lun, 30/03/2020

pizarra y cifras

Seguimos confinados. Como cada día, voy a intentar disciplinarme y seguir la rutina. Ducha, prensa, un poco de ejercicio, cocinar, aperitivo, comida, siesta, aplausos a las ocho, teletrabajo,...

Por Sotero Amador, profesor de Contabilidad y Finanzas

Aunque el teletrabajo lo cite en último lugar, es lo que condiciona casi todo lo demás; casi, porque los aplausos a las ocho son sagrados. Incluso si estoy dando una clase procuro hacer el recreo a esa hora. La gran suerte es poder seguir impartiendo mis clases. Llevo haciéndolo toda la vida en clases presenciales, y ahora la tecnología me permite hacerlo desde casa. Os aseguro que la diferencia es escasa y lo que en ningún caso cambia es el horario. La clase tiene su horario y se cumple a rajatabla.

Dadas las circunstancias, estoy deseando que llegue la hora de mi clase para hablar, escuchar, preguntar a los alumnos y hasta poner algo de música que habré pensado y repensado antes. Tiempo no me falta. Sin duda, es una gran suerte para mi higiene mental lo de poder teletrabajar.

Hoy he empezado por la prensa. La ducha diaria será un poco más tarde. Es muy temprano y así molesto menos con el ruido a los que tengan la suerte de seguir durmiendo, que es lo más sensato a estas horas.

Ha llamado mi atención un artículo firmado por Javier Sampedro en 'El País', titulado 'Las cifras están mal', en el que aborda con gran acierto algunas de las cosas que llevo planteándome durante las últimas semanas. En un enlace remite a otro artículo del defensor del lector, Carlos Yarnóz, titulado 'Periodistas contra las matemáticas', publicado el pasado 1 de marzo en ese mismo diario. En su día pasé por alto su lectura, pero no ha perdido vigencia, es entretenido y con mucha chispa. El párrafo siguiente está entresacado de este último artículo:

Para no provocar sudores fríos alrededor, los periodistas nos abstenemos de hacer en voz alta esta pregunta tan incómoda en una redacción: “¿Alguien sabe hacer una regla de tres?” 

La regla de tres. Qué gran invento, equiparable a la rueda o a la máquina de vapor; a la de cortar jamón, no. Dice un buen amigo que, con la máquina de cortar jamón, éste no sabe a lo que tiene que saber. Mi amigo, abogado él, también tiene serias dificultades con la regla de tres. Con cierta frecuencia me llama para resolver alguna duda que se le plantea en su ejercicio profesional. Casi siempre se trata de una ampliación o una reducción de capital, un reparto equitativo de no sé qué, y otras cuestiones que se resuelven con una simple regla de tres.

No solo no me molesta que me llame para resolver su pequeño problema, enorme para él, sino que me agrada que me llame para ayudarle con su jeroglífico, que casi siempre necesita resolver para ayer. Después charlamos un rato y acabo diciéndole que me debe una invitación. Por supuesto, socio, me dice. Y siempre cumple.

Lo de la “compleja” regla de tres no tiene solución para muchas personas, incluso personas con gran formación, pero que son, e incluso presumen de ser, muy de letras.

Pero no solo eso. En mi actividad profesional he visto las enormes dificultades de algunos alumnos para resolver una regla de tres simple. Si además, antes de hacer el cálculo aritmético, es necesario hacer un razonamiento lógico, la cosa se pone casi imposible para muchos de ellos. Y no todos los alumnos son de letras.

En los exámenes que pongo, nunca planteo una regla de tres inversa. La escabechina sería de tal calibre que tendría que suspender a la inmensa mayoría, y tampoco es razonable.

Pero esto no es un examen, y además es bueno, según dicen los expertos, ejercitar la mente para retrasar la aparición del alemán ése, ¿cómo se llama, leche? No me acuerdo.... Ah, sí Alzheimer. Es un chiste malo, pero un simple chiste, más simple que la regla de tres. Es una obviedad, pero lo digo, porque como ahora todos tenemos la piel tan fina, cualquier cosa puede ser tomada como una ofensa.

Por eso y, para que sirva de entretenimiento, aquí os dejo un problemilla para que intentéis resolverlo. Tenéis todo el tiempo que haga falta.

24 personas pueden construir un hospital de campaña en 30 días. ¿Cuántas personas habrá que incorporar a este trabajo para construir ese mismo hospital en 20 días?

Una pista, se resuelve con una regla de tres inversa.