Administración pública española: una garantía de servicio público, progreso e igualdad

Mié, 23/06/2021

Tribuna de opinión de Javier Collado, profesor del Máster en Tributación y Asesoría Fiscal de la UDIMA y preparador de Oposiciones en el CEF.-, con motivo del Día de las Naciones Unidas para la Administración Pública, el 23 de junio.

La economía española, igual que el resto de países a nivel mundial, está sufriendo una crisis económica sin precedentes cercanos en el tiempo. Nos tendríamos que remontar quizás a la crisis de finales de los años 80 o, según algunos economistas, incluso al crack del 29 y su posterior resaca.

Se podría decir que no fue hasta la Constitución española de 1845, ley de leyes y norma suprema de nuestro ordenamiento jurídico durante el efectivo reinado de Isabel II, tras obtener su mayoría de edad en 1843, y, una vez concluido el periodo de Regencias, cuando se proyecta y acomete la estructura de Cuerpos o funcionarios de carrera inamovibles e independientes, regidos por el derecho administrativo, mirando por el rabillo del ojo al excelente modelo burocrático francés.

Así, el artículo 5 de la Constitución española de 1845 establecía que “todos los españoles son admisibles a los empleos y cargos públicos según su mérito y capacidad”, siendo desarrollado en el año 1852 por el Estatuto del funcionario de “Bravo Murillo”, que ahondaba en lo que a mi juicio son los pilares del actual sistema de función pública que no debemos perder bajo ningún concepto: mérito, igualdad y capacidad.

Me voy a permitir el lujo de romper mitos equívocos, tales como, la imposibilidad de que cualquier persona sin vinculación familiar previa a un Cuerpo de Funcionarios del Estado pueda entrar a formar parte de ese seleccionado grupo de profesionales que desde siempre la Administración General del Estado ha buscado. Profesionales con gran conocimiento de nuestras instituciones y de sus procesos, siendo su objetivo principal, servir al ciudadano.

En mi opinión, lo afirmo con conocimiento de causa, los procesos selectivos han buscado siempre la excelencia y, fruto de ello, acabé, en mi caso, accediendo a un Cuerpo Superior directivo de la Administración General del Estado, altamente cualificado, imparcial con una gran cultura del esfuerzo y del sacrificio, y muy valorado, asimismo, por el sector privado.

Sin embargo, siempre buscando la excelencia y la eficiencia de la Administración a las nuevas necesidades de la sociedad, desde mi humilde opinión sería necesaria una actualización de los procesos selectivos, siempre manteniendo la gran fortaleza que tiene nuestro acceso a la Administración en sus cuatro pilares básicos: los principios de esfuerzo, mérito, igualdad y capacidad.

Por otra parte, me gustaría hacer hincapié en una idea tan en boga en nuestros tiempos como es el tema de la igualdad. Afortunadamente, tenemos un Ministerio de Igualdad cuya misión es dirigir e impulsar este tipo de políticas. Si hay un sector, que desde hace unos años ha sido pionero en llevar a la práctica el principio de igualdad, tanto en el acceso como en la provisión de cargos directivos, es la Administración Pública.

De la misma forma, no conozco ningún proceso selectivo para ninguna Administración Pública donde se le pregunte a una persona cuántos años tiene, cuál es su estado civil, si tiene hijos, si está casada, etc.

Por lo tanto, los principios de igualdad, mérito y capacidad, que son en definitiva la traducción en lenguaje administrativo de que no importa quién eres, de dónde vienes y que sólo importa tú esfuerzo, sacrificio y conocimiento que aportar a la Administración, son una garantía de progreso para un gran país como España.

Hablemos, si queréis, de otro de los grandes pilares que está en el punto de mira en estos momentos, máxime con la crisis sanitaria acaecida con el Covid-19. Hablo del famoso teletrabajo y de las tecnologías de la información. En este sentido, la Hacienda Española (AEAT), por mencionar un Ente Público de primer nivel, es ejemplo europeo y mundial en el uso de las tecnologías de la información para facilitar a los administrados el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones, así como para facilitar información y asistencia a los contribuyentes.

¿No se han preguntado ustedes, por ejemplo, cuántos millones de contribuyentes se benefician anualmente de la confección y presentación gratuita de la declaración de la renta que le realiza la Agencia Tributaria?.

Finalmente, hablemos de otra gran cuestión muy candente en el ámbito laboral actual: jornadas laborales semanales de menos de 40 horas y la compatibilidad de la vida laboral y la vida familiar, no sólo para disfrutar de tus hijos, sino también para poder cuidar y asistir convenientemente a tus mayores. Esto es una realidad en la Administración Pública del siglo XXI.

No olvidemos tampoco, que durante toda la crisis del coronavirus, personal público de colegios, universidades, hospitales y otros centros de asistencia sanitaria, cuerpos y fuerzas de seguridad, han dado el 200% para que estemos en la recta de despegue para volver a una situación normalizada a todos los niveles.

Evidentemente que la Administración Pública es mejorable, como todo en la vida, y yo soy el primero en reconocerlo, pero piensen ustedes en lo siguiente: tengo un muy buen amigo desde la época del colegio que le fue diagnosticado un tipo de cáncer muy agresivo con 45 años, esposa y dos hijos. Tras numerosos tratamientos carísimos de quimioterapia, actualmente, y, de momento, de manera indefinida se tiene que tomar una medicación cuyo coste es de 500 euros mensuales. Cuando hablo con él me dice, ¿Qué hubiese sido de mí sin una Sanidad pública de calidad cuyo único objetivo es el servicio al paciente? Estoy seguro, que aunque solamente sea por estos casos, vale la pena invertir en una Administración Pública moderna y eficiente.

Espero que estas pinceladas reflexivas sobre qué opino de la Administración en España y los trabajadores que forman parte de ella, sirva para todos aquellos que están pensando o están estudiando para formar parte de ella, sepan que no sólo están trabajando para acceder a un puesto de trabajo, sino que tienen la responsabilidad desde el primer momento que abren sus libros, leyes y apuntes para estudiar, de hacerlo con fuerza y determinación, porque al final del camino, muchas veces plagado de piedras y algún que otro escollo, serán parte de una gran familia que forma parte del corazón de nuestro gran país, la Administración Pública, con una vocación de prestación de servicio al ciudadano fuera de toda duda.